En busca de un modelo de servicio de préstamo de libros electrónicos para bibliotecas públicas (Mesa redonda 2ª parte)

24 05 2012
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Mesa redonda

Las siguientes reflexiones son la continuación a la anterior entrada publicada en nuestro blog (Mesa redonda: Los desafíos de los profesionales frente al libro digital) y vienen a constituirse como una especie de propuesta sobre cuál debe ser nuestra postura respecto al modelo de gestión del préstamo de libros electrónicos en bibliotecas públicas que nos quiere imponer el sector editorial. Son opiniones a título particular, como profesional interesado en este tema y no como representante de ninguna estructura administrativa, pero pienso que muchos o algunos de los argumentos que aquí se exponen pueden ser asumidos por nuestro colectivo. Es clave que fijemos públicamente nuestra posición en este tema tan importante que incide en el futuro de los servicios que podamos llegar a prestar. Las bibliotecas públicas estamos deseosas de prestar este servicio, pero no a cualquier precio.

Esta especie de manifiesto incluiría los siguientes puntos:

La realidad y el deseo en el uso de las plataformas de préstamo de ebooks en bibliotecas

Ninguna de las plataformas de préstamo de libros electrónicos para bibliotecas existentes en nuestro país se adapta a nuestras necesidades, y no nos referimos a las soluciones tecnológicas implementadas. Nos referimos esencialmente a los aspectos económicos, cómo se ha diseñado el modelo de negocio y el tema de las licencias, y a la situación de casi monopolio que ha creado el lobby empresarial al que representa Libranda, ya que el acceso a sus contenidos tiene que pasar, de una manera u otra, por la plataforma recién creada iBiblio. El catálogo de Libranda alcanza en la actualidad una oferta que supera los 9.000 títulos electrónicos publicados por parte de los sellos editoriales más grandes del país . Sobre este punto hay que hacer notar que no todas las editoriales quieren estar en Libranda por las condiciones que imponen. Esto podría motivar que si una biblioteca quisiera incluir en su oferta de contenidos digitales a aquellas editoriales no representadas por Libranda, éstas se verán obligadas, sí o sí, a llegar a un acuerdo con Libranda, ya que su plataforma iBiblio es paso obligado para todos y no es gestionada por la biblioteca.

Además creo que los bibliotecarios que trabajamos en públicas nos deberíamos negar de entrada a aceptar las nuevas reglas del juego que nos quieren imponer y es que en el modelo ofertado no somos propietarios del contenido, sino que por el contrario se contratan licencias anuales de acceso. Nos convierten en prisioneros de un régimen de alquiler en el que cada año tendríamos que volver a comprar de nuevo los libros.

Nos presentan como una ventaja el que cada año podamos cambiar los títulos contenidos en el paquete de la licencia y así rentabilizar el uso de la colección (p.e. dar de baja los que no hayan salido en préstamo). Desde mi punto de vista, esas supuestas ventajas no harían otra cosa que afianzar un modelo basado en best-sellers, en detrimento de la bibliodiversidad y calidad de la colección fruto del trabajo de selección bibliográfica, que es el que en definitiva siempre hemos practicado desde las bibliotecas. No somos un escaparate de una librería, ni un supermercado del libro, aunque sea bueno adoptar puntualmente técnicas similares de marketing.

Está claro que el modelo de gestión de licencias que nos ofrecen es un régimen de alquiler de las colecciones. ¿Qué diríamos si la propuesta que nos ha puesto Libranda encima de la mesa, se trasladara a la venta de libros en papel y el año que viene tuviéramos que volver a pagar por ellos o devolverlos a la editorial porque nos han cortado el presupuesto?

Hagámoslo fácil

Yo personalmente creo que se debería analizar la cuestión del acceso a los contenidos digitales en el ámbito de las bibliotecas públicas de la forma más simple posible. Somos conscientes de la existencia de nuevos modelos de negocio, que son los que propone la industria y ya ampliamente ensayados en el ámbito de las bibliotecas universitarias (tal como se comenta en el estudio de José Antonio Cordón y Julio Alonso Arévalo «Las políticas de adquisición de libros electrónicos en bibliotecas: licencias, usos y derechos de autor«. V Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas. Gijón, 2010). En este controvertido tema nos alineamos con la postura y las conclusiones que se plantean los responsables de la toma de decisiones de dos importantes redes bibliotecarias del país en el siguiente artículo: «Desarrollo del servicio de préstamo en línea de libros electrónicos en las bibliotecas públicas de Cataluña y de la Comunidad de Madrid«, cuando analizan los posibles modelos de negocio. Y es que los modelos que tienen sentido en bibliotecas universitarias para acceso a revistas, bases de datos y colecciones especializadas, no pueden aplicarse al caso de las colecciones generalistas de las públicas.

El modelo a implementar en nuestro caso no debe alterar el equilibrio actual: 1º seguir considerando a las librerías como uno de los canales naturales de suministro y abastecimiento de las bibliotecas, y en 2º lugar, un libro electrónico, una licencia, con un nº x de descargas/préstamos que habría que convenir, pudiendo ser concurrentes o no; eso dependería de la política que adoptase la biblioteca. Algo así como lo que podríamos llamar el «modelo Harpers Collins» que en el fondo a mi me parece el más racional, porque en definitiva lo que viene a trasladar al entorno de lo digital es el grado de deterioro físico que sufre un libro en papel después de una cierta cantidad de préstamos. En todo caso, lo que habría que fijar o convenir es el umbral o límite de préstamos que nos obligaría a volver a comprar o renovar la licencia de acceso (nuestra experiencia nos dice que ese umbral de préstamos se sitúa entre los 50 y los 100 préstamos, dependiendo de si la edición es tapa dura o de bolsillo, aunque todo es discutible).

No obstante, este aspecto puede ser más complejo de lo que parece, puesto que el derecho que detentan las editoriales sobre los libros electrónicos de su catálogo es de comunicación pública y no de reproducción y distribución (compra, alquiler y préstamo). Esto quiere decir que la propiedad sobre la edición digital solo la gestionan para su distribución pública a través de redes telemáticas por un periodo de tiempo determinado, de ahí que las conversaciones y las ofertas siempre hablen de licencias temporales de acceso que una vez agotadas tienen que volver a renovarse. En todo caso, lo que sí nos parece descabellado es que se agote al primer año, y luego nos obliguen a comprar otra vez el título aunque sea al 50%. Mi pregunta es ¿hasta cuándo?.

En cualquier caso, este tema en la actualidad se encuentra totalmente abierto y todavía poco definido por la propia industria, y es ahí donde podríamos presionar para conseguir más ventajas (reducir precios o considerar ese umbral de préstamos «virtuales» tras el cual se expurgaría o se daría de baja el libro electrónico de nuestra colección). Para ellos hay una gran oportunidad de negocio en juego.

¿Por qué a los bibliotecarios no nos convence el modelo propuesto por Libranda?

La propuesta que tenemos sobre la mesa nos plantea serias dudas:

  1. Porque es insostenible económicamente y no nos encontramos en la coyuntura presupuestaria adecuada. Mucha gente vería esta inversión como un despilfarro que solo atiende por el momento a una minoría (¿cuántos de nuestros usuarios son lectores de ebooks?).
  2. Porque su plataforma tecnológica es exclusiva ya que obliga al resto de actores editoriales a integrarse de alguna manera, y puede darse el caso que las bibliotecas no tengamos la posibilidad de incluir sus publicaciones.
  3. Porque no nos gusta que se implante de manera definitiva el modelo de cobro por licencias anuales de acceso, y que no se plantee la cuestión de la propiedad de las colecciones.

Posiblemente todo este tema cambie muy rápidamente en los próximos años, y en cualquier caso creo que deberíamos buscar alianzas con los libreros o al menos pedir su opinión. Dichos establecimientos han sido y pueden seguir siendo nuestros aliados naturales, ya que tradicionalmente se han venido beneficiando de la venta a bibliotecas, y con los recortes, y el nuevo modelo que parece definirse, lo van a tener muy difícil.

Coincidimos con gran  parte de las opiniones vertidas por Manuel Gil en su blog Antinomias Libro (Houston tenemos un problema: Librerías, editores y bibliotecas en el mercado digital) cuando dice que la definición de un modelo de venta de libros electrónicos para las bibliotecas debería ser un consenso del sector y no venir impuesto por casi un monopolio, y que hubiera sido preferible copiar el modelo alemán que sí incluye a las librerías para la venta a las bibliotecas.

No obstante, también hay que tener en cuenta que la oportunidad que nos ofrece este año el Ministerio a las bibliotecas públicas, podría servirnos como una especie de periodo de prueba para testar el éxito o la necesidad de la iniciativa. Además, la puesta en marcha de este servicio de préstamos digitales financiado desde el Ministerio, en cierta medida, vendría a rellenar el hueco que está provocando la crisis en nuestras partidas presupuestarias para adquisición de fondos bibliográficos.

¿Qué pedimos las bibliotecas públicas en el nuevo ecosistema del libro digital?

Las bibliotecas públicas deberíamos abogar por:

  • Un modelo de negocio que nos beneficie a todos y que siga considerando a las bibliotecas públicas como aliados estratégicos para el incremento de los hábitos lectores y por ende en la creación de potenciales clientes. (No pondremos ninguna pega en que los contenidos digitales incorporados puedan tener vínculos a plataformas de compra para que los usuarios, si así lo desean, puedan adquirir la obra de su interés en el caso de que ésta tenga un exceso de reservas y no quieran esperar).
  • Somos un elemento clave de la cadena del libro y queremos ser aliados de los editores para la expansión y normalización del uso de los libros electrónicos. La biblioteca puede convertirse en un lugar seguro para los usuarios y los editores, donde se garantizará el respeto por la propiedad intelectual y se fomentará su buen uso.
  • Para nosotros es clave el tema de la propiedad de los ebooks y no acabamos de entender ni asimilar el que las licencias de acceso a los contenidos digitales se formalicen como si fuera una mera suscripción temporal. Abogamos por la propiedad de los contenidos, y pasado un límite de uso, se entendería que el libro digital se expurga del fondo y la biblioteca decidiría si vuelve a comprarlo o no. Las obras procedentes del Depósito Legal no podrían verse afectadas por esta medida ya que no pueden estar sometidas a ese sistema mercantilista, aunque en puridad no se podrían prestar porque se trata de ejemplares para la conservación, aunque sí consultar en redes telemáticas internas de la red bibliotecaria.
  • Negociar de forma cooperativa. No podemos actuar por separado. No se trata de una carrera para ver quién ofrece en primer lugar este servicio a sus usuarios. Necesitamos actuar unidos para tener más fuerza. Somos muchas las bibliotecas públicas de este país que podrían convertirse en potenciales clientes a través de sus  respectivas redes de lectura pública en cada una de las Comunidades Autónomas.

Acercar posturas

Hay opiniones que nos dicen que este asunto debe ser abordado con talante cooperativo y con disposición para hacer algunas renuncias, pero tenemos que tener claro que no podemos limitar o menoscabar el derecho de todos a la lectura y el acceso libre y gratuito a los libros que siempre han representado y defendido las bibliotecas públicas.

Creemos que hay que acercar posturas y hacer algunos esfuerzos por parte de todos, pero al mismo tiempo debemos ser muy críticos con lo que nos presentan.

Por estrategia y oportunidad no estaría mal experimentar con esta posibilidad, pero teniendo muy claro que trabajaremos por mejorar nuestras condiciones tanto en soluciones tecnológicas como en acceso a los contenidos. Las decisiones que tomemos ahora sobre este asunto son clave para el futuro de las bibliotecas públicas.

Antonio Agustín Gómez Gómez
Biblioteca Pública del Estado – Biblioteca Provincial de Huelva


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4 responses

24 05 2012
Mesa redonda: Los desafíos de los profesionales frente al libro digital « La mar de libros

[…] Continúan estas reflexiones en el siguiente post: “En busca de un modelo de servicio de préstamo de libros electrónicos para bibliotecas públicas (M…“. […]

24 05 2012
fjbarral

En primer lugar creo que marcar un deterioro en el contenido digital que en realidad no existe, se le llama fingir, y en este caso con aprovechamiento económico por las editoriales. Precisamente, esta misma editoriales presentaron como una mejora la durabilidad de estos contenidos, por lo que no veo lícito que se quiera ahora cobrar por esta ventaja.
Esta postura me recuerda al inicio de la fotografía digital, cuando los laboratorios fotográficos estaban acostumbrados a cobrar por el revelado del negativo (un servicio que efectivamente prestaban e imprescindible para hacer copias en papel de las fotos), pero el tema fue que cuando nos acercábamos con nuestro archivos o archivos informáticos (equivalente al negativo fotográfico), nos siguieron cobrando por este servicio que no prestaban, alegando que no tenían por qué perder dinero y como los clientes consideraban que no tenían por qué pagar un servicio inexistente, los que cobraban se quedaron sin clientes. Y esta es la enseñanza que nos desde siempre la historia.
Una cosa es el mercado cultural, donde los intervinientes deban cobrar por servicios reales y necesarios, y otra cosa es la cultura mercantil, de obtención de ingresos con el negocio de medios culturales pero con la facilidad de poder diversificarlo y empezar a vender otra cosa si fuera necesario, como por ejemplo: balones, patatas o chorizos … Ésto último no favorece la cultura, sólo se aprovecha de ella, la agota y la tira cuando ya no le sirve, y es una forma de actuar que hay que evitar a toda costa, ya que como se ha dicho, cuando destruyan los medios culturales con el abuso y su desprestigio, ellos seguirán vendiendo otras cosas, les da igual, con tal de conseguir ganancias y dinero.
El último libro de Mario Vargas Llosa, «La civilización del espectáculo» (2012), creo que trata estos asuntos y peligros a los que nos enfrentamos, en una civilización basada en el consumo, basada en el dinero y que crea o nos plantea situaciones nuevas que normalmente no necesitamos solo para mantener sus ritmos de ganancias a corta de nuestros ritmos de gastos. Aquí podemos descargarnos las primeras páginas del libro, cortesía de la editorial

24 05 2012
fjbarral

En segundo lugar, el problema de fondo radica en que, en España, ante la falta de normalización son los propios interesados, en este caso las editoriales, especialmente las más grandes, las que se dedican a regular … y lo hacen, como no, completamente a su favor. Sin embargo, aunque culpables, la realidad pasa por el desinterés demostrado en este sentido de quienes deberían favorecer un acuerdo general que aglutine los intereses de todos los participantes, incluyendo a los usuarios y agentes sociales: las administraciones públicas y en último caso la propia sociedad, o sea todos nosotros con nuestra menor o mayor participación o dejadez.
Como ya se ha comprobado con la música y el cine, dejar a los productoras las decisiones de normalización, ha llevado a una verdadera guerra, más o menos declarada, con los usuarios, y que en muchos casos a terminado enfrentado a los autores con sus seguidores, ¡qué averración! Por todos es conocido, que el establecer las reglas del juego se debe hacer antes de empezar el mismo, ya que después sólo surgen conflictos de intereses y disputas.
Por lo que se avanza el servicio de préstamo no sería tal sino, en realidad, una franquicia de las propias editoriales, y por lo tanto dependientes de ellas. Y esta es una trampa en la que pienso que no debe caer.

7 06 2012
El Futuro del Libro Digital: jornadas franco-españolas « Antinomias Libro

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